"Un cuerpo perecedero con un alma eterna"
¡JÁ! Mas bien un cuerpo caduco con un miedo perenne, eso es lo mejor que tendrás, y el primero se llevará el segundo cuando se marche, así que teme, teme(me).
Como un insecto incapaz de producir su capa de ceras, que como una figura de cera al sol, se derrite bajo sus propias enzimas.
Como un ave cuyas plumas no dejan que el aire forme vórtices tras sus alas, haciendo de su trayectoria un vórtice hacia el suelo.
Como una ballena que canta en otro espectro, que como un espectro, está condenada a ser inadvertida por los suyos.
Tu condición te condiciona, cotidiana o no, eres lo que has llegado a ser. Cada mañana será un ayer mejor que te robo.
Y bien, ¿qué me dices a eso?
Digo que estoy contento.
¡¿QUÉ?!
Que estoy contento de ser sólo yo.
El miedo es una sensación, más allá, el miedo es mi sensación.
Y como todo lo mío, está bajo mi poder, mi condición me condiciona, si.
Pero si el peor de tus escenarios me hace sonreír, dime, ¿qué tienes contra mí?
Pero si el peor de mis desenlaces no me sorprende, dime, ¿qué puedes hacer?
Y como todo lo mío, decido sobre él, mi condición me emociona, si.
El miedo es una etapa, más allá, el miedo es por tanto pasajero.
Me he dado cuenta después de tanto tiempo de que estoy equivocado.
¡EXACTO!
No, no como crees.
Es cierto,
No soy un cuerpo perenne con un alma eterna.
Soy un cuerpo eterno con un alma casi muerta.
Un vaso de arcilla que pasa por el torno a manos de cada dueño,
y cada dueño se queda un tiempo con el vaso, primero pequeño,
luego más grande, más tarde viejo.
Muescas nuevas, puede que incluso formas no vistas antes,
pero fíjate bien, es de nuevo un vaso.
Me he dado cuenta después de tanto tiempo que tienes razón.
¡EXACTO!
No, no como crees.
Es cierto,
Soy un cuerpo caduco con un miedo perenne,
y tan perenne como mi miedo es mi forma
y tan perenne como mi forma es el llamarlo mío.
Tienes razón en las maneras, pero no en el tono. No es algo malo, no es algo horrible.
Debo hacer lo propio con lo que el tiempo y el azar me han dado
y con el tiempo, entregar lo propio al azar.
¡Calla!
¡Calla!
¡Calla!
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