A ti.
Padre, cuando nací no estabas pero si
existo es por ti.
Mientras aprendía a pestañear me dijeron que
tenía tus ojos, y tu voz, me miraban y decían que me parecía a ti
tanto como ellos.
Padre, había crecido y me encontraba
en ese parque, con un pié en la primavera y otro en el otoño, un
mechón de mi pelo se acurrucaba por el invierno y mi nariz recogía
el aroma del verano.
...entonces me dí cuenta, no
podría tener mi visión del mundo si tenía tus ojos, si todos lo
tenían...todos me miraban con tus ojos, todos te veían en todos y
así todos eramos tú, ¿y cómo siendo todos uno podemos estar tan
separados?
Entonces me lo pregunté, ¿llegaste a
estar?
No, no apartes la mirada aún,
piénsalo, si no estuviste, mis ojos son míos, y no me parezco a
nadie que no sea yo.
Si no estuviste, yo soy yo y lo que veo
no es de nadie.
Si no estuviste, todos son ellos mismos
y existimos gracias a nuestros propios latidos.
Dime padre, ¿no sería genial que no
hubieras estado?
No, no me malinterpretes, quiero que
seamos uno, que todos seamos uno, pero una sola voz apenas se oye,
una sola mirada no puede apreciar todos los ángulos, quiero que
seamos un nuevo ser, algo que no ha nacido aún porque está
gestándose, un cuerpo con infinitas voces y todas las miradas,
podremos compartir un mismo corazón, no necesitamos más.
Divididos nos marchitamos, y unidos
bajo tu nombre nos descabezamos, si debemos estar juntos que sea por
nuestro propio nombre, el de la humanidad.
Hasta siempre padre.