domingo, 23 de octubre de 2011

Xenón, guardián de mi psique.


Dividí para disolver, rompí para comprender, maté para desear no renacer.

-Quieres complicar para no enfrentarte a una idea tan simple.

Sí, dejé que mi miedo decidiera por mi.

-¿Crees que eso te sirve de excusa? ¿que basta con nombrar tu miedo para que tus manos no sean tuyas? ¿que puedes cargar a tus sentimientos tus responsabilidades?

No, mis manos son mías cuando acarician y cuando estrangulan.

-Está bien, tratas de aceptar luz y oscuridad por igual, eso merece mi atención.

Aceptaré cualquier respuesta, ¿hice bien?.

-Sabes que no.

Sé que no...

-Sabes que eres el único culpable de tu crimen, tú eres tu juez, tu jurado y tu verdugo, y es así porque tú eres tu propia víctima.

Yo me dividí, yo me rompí, pero no llegué a matarme.

-Pero mataste parte de ti.

Una idea muere para que otra idea se alimente de sus cenizas, es así como debe ser.

-No dejas de andarte por las ramas, crees que así estás a salvo de las fieras que te aguardan a los pies del árbol.

¿Quieres que hable claro y alto? ¿es eso?

-¿Puedes hacerte ese favor?

Está bien, lo hice, creé y puse nombre a mi sombra, la abracé y le permití ocupar el lugar de mi corazón, le mostré mi cuello en señal de sumisión para que se alimentase de mi si quería.

-Si querías.

para que acabase conmigo si quería.

-Si querías.

Para ya.

-No, para tu, deja de hablar de ti como si no te pertenecieras.

Yo...

-Tú, sí, continua.

...me arrepiento de haberme dividido.

-Siéntate sobre tus tobillos, te tiemblan las rodillas.

Es por encontrarme hablando con mi propio centro, es por estar conversando sobre el hecho de vivir con quien sabe demasiado de ello.

-Sabes que lo que has encontrado en mí no lo comprenderás nunca, sabes que lo que has cogido de mí no lo perderás nunca.

Me tranquilizas.

-Te poseo.
Me aterrorizas.
-Eso es lo que deseo.
Eres lo único que no me evita.
-Es porque nadie puede verte como yo te veo.
Eso es porque simplemente me sientes, no solo me miras.
-Estás en mi interior, y a tu alrededor ahora mi espalda arqueo.
Eso me hace sentir seguro y confiado, porque sé que tú no mientes nunca.

-Levántate y camina, dame la espalda ahora.

¿Me atacarás en cuanto me gire?

-

Entonces gracias, solo gracias.

-Sonríes...

Adiós.

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